martes, 29 de abril de 2008

Correo Episcopal

Fue un deleite dejarme envolver en esta historia del más puro realismo mágico. Disfruté con el magnífico conocimiento de la lengua castellana de Armando Caicedo y con su forma brillante de plantear el imperativo ético de “actuar bien” vs “actuar mal”.
La gran lección moral de esta novela: La arrogancia y la importancia son banalidades pasajeras, que se esfuman antes del primer suspiro.
Este libro, en el que brilla un gran sentido del humor, deja una estela de sabias reflexiones.

Carmen Elisa Cabal. Arquitecta.