Escribir es un oficio artesanal que emplea como materia prima la palabra.
Escribir exige la paciencia del tejedor de filigrana, que maniobra hilos -aparentemente inconexos- hasta cuando del enredo de mil nudos brota la magia de un bordado, donde se adivinan paisajes, personajes y conflictos.
Escribir una novela pareciera un acto de Fe. Pero no. Es un vicio solitario, inconfesable y, además, nocturno. De ello son testigos más de un millar de madrugadas.