Esta es una historia celestial protagonizada por personajes terrenales.
En rigor técnico no es un escrito de ficción sobre la muerte. Más bien se trata de una sorda conspiración contra ella, liderada por un puñado de conjurados que una noche se confesaron adictos a la vida.
Caicedo no intentará seducirte con empalagosas palabras sino con personajes de verdad-verdad. Porque este es un libro sudado, página tras página, en el intento de reconstruir -de manera fiel- ese microcosmo de la Villa del Príncipe, donde sus habitantes resultaron tan sorprendidos ante la súbita aparición de la racha de muertes naturales, que no tuvieron tiempo ni de cambiarse de nombres.
Si durante su lectura te suenan conocidos algunos de los atrevidos villapríncipes que intentaron detener la progresión de las muertes naturales, mantén discreto silencio. En caso contrario, las damas del Directorio te acusarán de practicar en la clandestinidad artes adivinatorias o de participar en las descocadas bacanales que -una vez al año- se organizan en el "barrio de abajo". La más mínima sospecha, podría acarrear tu excomunión automática.
Ahora, abróchate el cinturón, respira profundo y arrepiéntete. ¡Algo divertido está por suceder!
En rigor técnico no es un escrito de ficción sobre la muerte. Más bien se trata de una sorda conspiración contra ella, liderada por un puñado de conjurados que una noche se confesaron adictos a la vida.
Caicedo no intentará seducirte con empalagosas palabras sino con personajes de verdad-verdad. Porque este es un libro sudado, página tras página, en el intento de reconstruir -de manera fiel- ese microcosmo de la Villa del Príncipe, donde sus habitantes resultaron tan sorprendidos ante la súbita aparición de la racha de muertes naturales, que no tuvieron tiempo ni de cambiarse de nombres.
Si durante su lectura te suenan conocidos algunos de los atrevidos villapríncipes que intentaron detener la progresión de las muertes naturales, mantén discreto silencio. En caso contrario, las damas del Directorio te acusarán de practicar en la clandestinidad artes adivinatorias o de participar en las descocadas bacanales que -una vez al año- se organizan en el "barrio de abajo". La más mínima sospecha, podría acarrear tu excomunión automática.
Ahora, abróchate el cinturón, respira profundo y arrepiéntete. ¡Algo divertido está por suceder!